Cómprate una mujer

La semana pasada fui al banco para pedir un préstamo. Según lo que dice la gente, yo ya estaba en edad de casarme y tener hijos. Por eso me convenció pronto la idea de comprarme una mujer. La chica que atendía como ejecutiva del banco me hizo las preguntas usuales para solicitar un préstamo de este tipo. Ella alegaba que, por la cantidad de dinero que yo ganaba al mes, solo podía pedir el préstamo básico. Con el dinero suficiente para comprar una mujer de apariencia regular con 32 años, madre soltera de 2 hijas adolescentes y con suficientes habilidades domésticas. Yo, como todo hombre de ego inflado, le argumenté que merecía algo mejor que eso. Buscaba adquirir una mujer de 20 años, con todas las habilidades domésticas, sumisa y cariñosa, de apariencia excitante y que no haya tenido hijos para hacerle unos propios. 

La ejecutiva carcajeo —- Son esas las que todos buscan, pero quienes ganan arriba de 5 cifras al mes tienen acceso a ese tipo de préstamos tan elevados, usted no aplicaría.— Ofendido le dije que con la edad no había problema, solo lo había con el tema de las hijas y su relación con el exmarido. Le plantee mi perspectiva —- Con lo que me va a costar mantener a las hijas puedo mandar al cirujano a mi mujer, dejarla más buena y que la edad no sea problema. —- La ejecutiva me dio la opción de una mujer de 45 años, con cirugías plásticas en la cara y los pechos, con trabajo propio, pero con autoestima baja y problemas leves de alcoholismo. 

Al final, después de horas de riña entre la ejecutiva y yo, el mejor trato que pude obtener fue el de una mujercita virgen de 19 años, con cara y cuerpo digno de suspiros, pero con el inconveniente de que venía en paquete con su abuela paralítica de 78 años. Además que, para este trato, debía de endeudarme el doble de tiempo que tenía previsto, así como también realizar pagos más grandes cada mes. 

Cansado de esgrimir argumentos, le dije a la señorita ejecutiva que preferiría no obtener ningún préstamo, y quedarme soltero y sin mujer propia. Ella me dijo que estaba excelente, pero que entonces debía de pagarle por el tiempo de la consulta, cuyo valor era una barbaridad.

Salí del banco frustrado, con el coraje de no poder cumplirme las expectativas de cualquier ciudadano respetable. Pero pues qué más da. Eso me pasa por andarle haciendo caso a lo que dice la gente.


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