Yo soy Dios

29 de Junio del 2028 

Desde hace días he estado soñando mientras duermo, soñando que soy Dios. Pero hoy que me desperté he entendido que lo soy, y que ahora lo experimento con mayor lucidez mientras estoy despierto.  

Me levanté y al verme en el espejo no me reconocí de principio. Recordé, de aquellos primeros sueños, que puedo moldear mi apariencia con la mente, hacerme lucir según mis deseos estéticos. Comencé a cortar y definir la barba que traigo sin afeitarme, a tallar mi cuerpo con la mente consciente, moldeando mis músculos, mis huesos y mi piel, como si fueran un bloque de mármol vivo. 

Dejé en paz mi apariencia y comencé a pensar en lo que haría hoy. No me presentaría a trabajar, y ya no lo haría nunca de ahora en adelante. No tenía caso seguir intercambiando el valioso tiempo para cosechar dinero que yo mismo podría fabricar con la mente. Tomé mi billetera y comencé a imaginar cifras de dinero en efectivo, pintando en mi mente cada billete con sus detalles más pequeños y sutiles. Al abrir y cerrar la billetera en repetidas ocasiones, las cifras de mi mente siempre coincidían con el efectivo dentro, eran deliberadamente correctas en cada ocasión que jugaba con este truco. Las cuentas de banco cambiaban su valor según mi voluntad; se inflaban o vaciaban dependiendo de mis pensamientos. El dinero fluía del éter mental para convertirse en una sustancia material.  

El tiempo juega una ilusión extraña cuando tienes una cantidad de dinero limitada, sobre todo en esta época. Cuando dejas de sentir límites la cuestión de vivir cambia, la ilusión y el deseo de la mente cobra fuerza y se construye el tiempo y el espacio por si mismo, hasta que la ilusión de la mente se vuelve material. Sabía que podía fabricar la vida que quisiera, ahora la pregunta era averiguar qué era eso que quiero. 

Mientras me bañaba pensaba en la casa que encontraría al terminar, imaginaba de manera sobria y confiable el orden que mantenía cada rincón de la casa, dejando atrás la existencia del caos anterior. El viejo carro modelo 2019 se esfumó de la faz de la tierra, yéndose también los recuerdos de haberlo tenido. Increíble la sensación de olvidar, olvidar algo que desapareció intencionalmente. Al terminar de vestirme salí de la casa y encontré una motocicleta eléctrica en el lugar donde solía existir un automóvil. La monté y me fui rumbo a lo desconocido sin mirar atrás, con la certeza de que ahora yo era el creador de esta experiencia humana.  

14 de Marzo del 2032  

Paseando por los territorios de la alta California me he encontrado sintiendo un acoso discreto. Donde sea que paso la noche hay camionetas con gente dentro, en vigilia de mi voluntad, atentos de forma sutil a mis planes. He viajado desde mi lugar de origen hasta la frontera norte sin experimentar la paranoia que ahora me atraviesa. Después de saltar la frontera y dejar atrás Texas comenzó a florecer en el jardín de mi mente esta sensación. No he sido exagerado con mi estilo de vida, todo para no levantar sospechas de mi conocimiento. Vivo humilde y nómada, viajando en motocicleta con mis prácticas pertenencias y mi poder de creación infinito. Puede que haya despertado el interés de alguien que ya sabe lo mismo que yo (que el universo es una creación mental). Ahora vivo bajo su atención indiscreta. 

Días más tarde, mientras caminaba temprano por los bosques de Yosemite, admirando los arboles de maderas rojas que abundan sobre el valle, me interceptó un hombre. Robusto de complexión y fornido, con la seguridad de portar un arma, me pidió que lo acompañara. Yo sin escuchar a la emoción del miedo lo acompañé, me subí a un jeep donde me tomó por sorpresa un coctel de drogas de forma intravenosa, justo debajo de la nuca. Caí en el éxtasis de las drogas perdiendo la noción del tiempo. Desperté en un despacho de apariencia familiar, con olor a madera y flores de jazmín, esposado a la silla.  

Unos hombres hicieron entrar al patriarca, el que manejaba la situación. Al verme me preguntó sobre lo que estaba planeando hacer recorriendo estos territorios, que según él eran suyos. Yo no respondí, la realidad es que no entendía lo que sucedía. 

Él volvió a preguntar, ahora con un arma en la mano y con sus 5 hombres apuntándome directamente a la cabeza. Yo alcé la cara, y con un nudo en el intestino miré a los ojos del patriarca, dejando que sus palabras se disolvieran en el aire del despacho. Él no exclamó más, me apuntó al pecho y apretó el gatillo. Un sonido vacío fue lo único que salió del calibre 38. Los hombres dispararon segundos después de la conmoción que causó el fallo, una vez más las armas sonaron huecas. El patriarca carcajeó – esto debe ser de un orden superior a mi — hizo una seña con su mano diestra, dejando ver un anillo de plata en el índice, con una letra grabada en oro. De nueva cuenta recibí un disparo intravenoso en el cuello, con la droga que me dejó inconsciente después de unos segundos.  

Cuando desperté estaba recostado en medio del bosque a la hora del atardecer, como con el sabor de haber soñado esta experiencia sin llegar a comprenderla. El miedo que sentí al escuchar las balas que nunca estallaron se desvanecía de mi cuerpo, y ahora yo resentí la abstinencia con más poder, me di cuenta de que era invencible.  

08 de Septiembre del 2047  

He pasado algunos años vagando por el desierto de Arizona, desde que la vida en las urbes y provincias se volvió excesivamente costosa y sin sentido. El mundo ha cambiado tanto que a veces ya no entiendo qué debo hacer conmigo en esta época. Desde entonces que vago en el desierto, pintando en mi mente la ilusión de un pasado que no recuerdo bien, y queriendo encontrarle un sentido hoy a mi existencia de poder infinito.  

Los últimos meses que pasé en la civilización me invadió la depresión de pertenecer a un mundo sin alma. La vida, como el creador original la había imaginado, ya no existía. Antes los cuerpos de agua alimentaban los campos, y los campos a los seres vivientes que caminaban esta tierra. Había intercambio entre ellos, un ciclo virtuoso de muerte y renacimiento, un ciclo infinito. Ahora los humanos hemos cambiado todo. La alimentación proviene de fábricas, los animales se mantienen en cautiverio por apego y nostalgia, al aire le comienza a faltar el oxígeno, y hace más de 20 años que no llueve ni una sola gota de agua. La conciencia de la gente vive en la alucinación digital, su cuerpo se pudre y sus mentes se atrofian. Vago en el desierto, buscando algo que no sé qué es, con la esperanza de encontrarlo. Así como Dios le hizo entender al mesías, según la biblia, he de iluminarme entre el desierto, entre esta oscuridad, éste infierno en la tierra.  

Me invade la sensación de llorar, he tratado de evitarla desde que vago en el desierto. Mi creador espera algo de mi, que haga algo al respecto, pero no sé qué es. La desgarradora emoción de la condición humana me atraviesa, y caigo de rodillas ante la arena pálida del desierto, rompiendo en llanto.  

Llorar me recuerda a cuando era niño y veía llover el agua sobre el campo de milpas, acompañado de mi padre y mi madre, las vacas dejándose mojar por la lluvia. Quizás el objetivo de la vida siempre fue sentir el presente, abrazar las emociones mientras duren. Mientras lloraba comencé a imaginar que era como la lluvia, imaginar que yo era cada una de las gotas que se derramaban del cielo, imaginar que caían sin más esfuerzo que la misma gravedad de la tierra.  

El milagro ocurrió, sobre mí empezaron a caer las gotas de agua, y el desierto las sentía caer también. Se filtraban entre los cielos del mundo las nubes hartas, derramando el agua purificadora. Se llenaban los lagos y los cañones, se llenaban los antiguos canales donde los ríos y arroyos solían fluir, los mares volvían a tener vigor. La gente por un momento se sintió presente, viendo llover de nuevo.  

Mientras llovía, mi cuerpo se convertía en líquido. Y me mezclaba con el agua lentamente a través del espectáculo que la tormenta fue para el mundo entero. Cuando la lluvia cesó, ya no existía yo como uno, ya no era alguien. Ahora yo era todo, estaba en todo.  

Hasta ese momento caí en cuentas de que nunca llegué a ser Dios, por lo menos no en su totalidad, no mientras me mantuve separado del resto del mundo. Atrapado en esta prisión de carne y hueso que llaman cuerpo. Ahora yo era como el agua, estaba en todo. Y Dios es el todo. 


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *